domingo, 13 de junio de 2010

¿Cómo enseñar Métodos y Pensamiento Crítico en el nivel Medio Superior?

Para la impartición eficaz de esta importante asignatura consulté varias ligas cybernéticas interesantes que sirvieron de guía para idear qué medios utilizar para efectos de lograr el aprendizaje significativo en los estudiantes y el desarrollo de sus competencias.
Hay que comenzar desde el principio. Para promover el Pensamiento Crítico de los alumnos primero habrá de entenderse qué procesos intelectuales se exaltarán y ejercitarán para su desarrollo. “Entendemos por enseñar a pensar toda iniciativa que mejore habilidades como el razonamiento, toma de decisiones o solución de problemas. No queda excluida la enseñanza de la creatividad, puesto que la consideramos como una clase de pensamiento, eso sí, muy especial, del mismo modo que lo es el pensamiento crítico. Identificamos la creatividad más por los resultados que por la naturaleza de las operaciones que intervienen en ella.
El pensamiento, podríamos decir; “trabaja creativamente” cuando se ocupa de eventos o problemas mal definidos, ambiguos o inciertos”(Saiz Carlos, 2002). Esto puede lograrse a partir de la introducción de técnicas que promuevan la búsqueda de información en recintos informativos así como cybergráficos, evaluar y utilizar de manera eficiente ésta. Se ha de inducir de manera eficaz a la aplicación del criterio y discriminación entre la información adecuada y la que no lo es.
El proyectar películas, estudios de caso, música de temas que se incluyan en la planeación incentiva a los estudiantes a resolver problemas generando hipótesis, sobre todo en aspectos que tengan que ver con su propia realidad.
HABILIDADES RELACIONADAS CON EL PENSAMIENTO CRÍTICO.
A través de las áreas y niveles, la investigación educativa ha identificado varias habilidades discretas en relación a una capacidad general para el pensamiento crítico. Estos son:

• Encontrar analogías y otros tipos de relaciones entre piezas de información
• La determinación de la pertinencia y la validez de la información que podría utilizarse para estructurar y resolver problemas
• Investigación y evaluación de soluciones o formas alternativas de tratamiento de los problemas
• Promover la interacción entre los estudiantes a medida que aprenden - El aprendizaje en grupo, a menudo ayuda a cada miembro a lograr más.
• Hacer preguntas abiertas que no tengan el una respuesta correcta" - El pensamiento crítico a menudo se muestra mejor cuando los problemas son inherentemente mal definidos y no tienen una respuesta "correcta". Las preguntas abiertas también ayudan a los estudiantes a pensar y responder de forma creativa, sin miedo de dar la respuesta "incorrecta".
• Permitir tiempo suficiente para que los estudiantes reflexionen sobre las preguntas o problemas que plantea - El pensamiento crítico raramente implica juicios rápidos, por lo tanto, plantear preguntas y permitir suficiente tiempo antes de solicitar respuestas ayuda a los estudiantes a entender que se espera para deliberar y reflexionar a, y que la inmediata respuesta no es siempre la mejor.
• Enseñanza para la transferencia - Las habilidades para el pensamiento crítico deben "viajar bien". Por lo general, sólo lo harán si los maestros brindan oportunidades a los estudiantes para ver cómo una habilidad recién adquirida se pueden aplicar a otras situaciones y la propia experiencia del estudiante.

Muchas organizaciones serias se han enfocado tanto en definir qué es pensamiento crítico y cuáles son las características del pensador crítico, como en promover la importancia de su desarrollo en los estudiantes, desde las primeras etapas escolares.
Las seis destrezas articuladoras para promover lo anterior son: interpretación, análisis, evaluación, inferencia, explicación y auto regulación

Ahora bien en cuanto al desarrollo de los PROYECTOS DE INVESTIGACIÓN tenemos las siguientes propuestas de enseñanza.
Abriremos con una reflexión que hizo el Comandante Fidel Castro Ruz:" Solo se puede despertar el interés de los alumnos por aspectos del conocimiento, demostrándole su importancia, motivándolos legítimamente a investigar".

1. El método investigativo es una vía que permite desarrollar el pensamiento crítico y creador del estudiante.
2. Cuando utilizamos este método los conocimientos adquiridos por los estudiantes tienen mayor solides, porque los mismos son descubiertos y construido por ellos en su quehacer investigativo.
Utilizar este método como modelo de enseñanza en las demás disciplinas que se
imparten es aplicable tanto a la enseñanza de idioma como de la historia.
De tal manera que si utilizamos el Método Científico ó una guía de él como el Modelo Gavilán, tendremos personas ávidas por el conocimiento, aprendizaje s vivenciales y por tanto significativos. En nuestro país hace falta el reconocimiento y la difusión de la investigación, mientras más estudiantes se interesen por esté ámbito mayor posibilidad tendrá no solo el entorno sino el país de superar los obstáculos que le impiden evolucionar, la investigación da lugar al saber y a la generación de la cultura y como bien dijo José Martí (1853 – 1895) “Ser cultos para ser libres”.
CONCLUSIONES
Concluiré con la reflexión que todo profesor debe hacer sobre su labor, no solo en el trabajo para el que imparte Métodos y Pensamiento Crítico
Se promueve pensamiento crítico autónomo en general mediante la creación de ambientes de clase donde, efectivamente, se produzcan manifestaciones de este tipo de pensamiento por parte de los estudiantes.
En una primera etapa, el profesor debe comprender los conceptos sobre pensamiento crítico autónomo que subyacen a la herramienta. De manera simultánea el profesor debe aprender a usarla, empleándola para analizar sus propias clases.

lunes, 7 de junio de 2010

Aprendizaje y desarrollo de competencias (paráfrasis del texto de Xavier Vargas)

¿Es el aprendizaje algo tan trivial que se puede observar y medir con base en unas simples preguntas a propósito de un contenido cualesquiera?

No. Considero que el aprendizaje es mucho más que solo responder a preguntas, por mucho que éstas se planteen de manera lógica y congruente, este proceso compromete no solo saberes, sino patrones de comportamiento.
Si bien es cierto existen varios modos de aprender y todos ellos válidos según las necesidades del sujeto. Ellos implican un conjunto de conocimientos que se almacenarán en los esquemas mentales de quien los adquiere, pero además los utilizará cuando los requiera.
Tomando como base el texto de Xavier Vargas “El aprendizaje y el desarrollo de competencias” llego a las siguientes inferencias.-
Es importante dejar claro cuando los programas educativos hacen referencia a las competencias, es porque están conduciéndose a desarrollar habilidades, actitudes y saberes (conocimientos) en los educandos. Lógicamente los docentes los preparamos para enfrentar la vida, tanto en terreno personal como hacia los retos que implica el aspecto laboral. Nuestro mundo globalizado demanda dominios: tecnológicos, de comunicación, científicos, de desenvolvimiento social – económico - político en campo nacional e internacional, por tanto las competencias se vislumbran como elementos cognoscitivos que puestos en práctica dotan a los sujetos de un sinnúmero de posibilidades para desempeñar sus labores, resolver problemas y generar alternativas de cambio.
Sin embargo puede llegarse a confundir el término competente con ser el competitivo. El primero hace alusión a lo comentado anteriormente y el segundo, por su parte, responde al perfil que demanda el mundo laboral y empresarial; es decir, si las competencias son capacidades en sí mismas, la industria se encarga de “capacitar” a su personal para cumplir con los objetivos que el patrón requiere, pero lo anterior no es sinónimo de que los capacitantes hayan movilizado su esquema mental al grado de alcanzar niveles metacognitivos, dado que el propósito de esto es solo que aprendan de manera mecanizada y concreta aunque eficaz, pero tan solo obedecen a las metas de la organización, tal como mencionó Barnett (2001) cuando diferenciaba competencia académica con la operacional.
Es válido que los sujetos sean capacitados para cumplir de manera adecuada su trabajo pero, en este sentido me parece válido que no solo hay que promover las competencias para permitir que se compita con los demás, ni que solo satisfaga lo que el jefe exige, sino que se deben exaltar los procesos superiores del pensamiento a fin de que el que se encuentra desarrollando sus competencias sea consciente de su tránsito intelectual, social y actitudinal al conseguirlas y que además las utilice en el momento y en el lugar que las precisa.
Me apoyo de la teoría del constructivismo social de Vigotski, del aprendizaje significativo de Ausubel y del humanismo de Rogers al decir que todo aprendizaje implica el enlace de conocimientos previos con las nuevas experiencias, mismas que el sujeto volverá significativas en virtud de ver comprometida su propia humanidad y la de sus semejantes. Aprehenderá aquello que perciba útil y necesario, además lo compartirá y aplicará en su entorno inmediato (o próximo).
¿Y si el aprendiz es capaz de construir su propio conocimiento qué papel juega el docente?
De facilitador de los saberes. Prepara escenarios propicios para que los estudiantes los generen, no se le considera mediador puesto que nadie puede ser medio para alcanzar los fines, es el sujeto mismo quien crea puentes de enlace, el resto solo son estímulos que propician que opte por la adquisición de conocimientos o actitudes. Un ejemplo que propongo para lo anterior es el siguiente: un profesor común se encuentra dando clase, es imprescindible que todos los estudiantes asistan puesto que la atención, el interés y la motivación de cada uno de ellos, así como su participación hará que aprehendan tanto lo que propone el docente como las aportaciones de los compañeros y lo transalden a su esquema mental, incluso aprenderán (es válido) a no repetir patrones de conducta o aspectos que les desagradaron de los participantes, o desaprender aspectos no válidos o inservibles para él.
Por otro lado y en lo que a la teoría humanista se refiere, las competencias no son solo saberes válidos ni habilidades que permiten evolucionar en campos sociales y laborales, son también factores conductuales y actitudinales que humanizan al sujeto, propician la manifestación de valores universales al empatizar con los demás, apoyar y pensar que si uno evoluciona todos lo haremos. La ética personal y la moral son premisas indispensables para las relaciones sociales adecuadas, pero éstas solo se logran cuando el sujeto está consciente y bien convencido que hay que llevarlas a cabo, por eso es que el docente no se puede catalogar como mediador, si pone en peligro la condición personal del sujeto entonces no aprenderá, ya que ejerce ansiedad en él y el exceso de ella bloquea este proceso.
El aprendizaje se vislumbra en los haceres, la transformación del medio inmediato y en el cambio de patrones de conducta optando por otros que el aprendiz considera ideales, en su metacognición, en sus relaciones adecuadas con los demás, en la eficacia y eficiencia al trabajar, investigar o planear…en fin el aprendizaje conduce a las competencias y éstas son complejas de desarrollar, no pueden juzgarse tan solo por los resultados de un examen o preguntas cualesquiera.

domingo, 6 de junio de 2010

Concepciones de aprendizaje

Teorías que conciben modos de aprendizaje

Ha habido muchas teorías y escuelas que tratan sobre el desarrollo del aprendizaje, proceso complejo en el que varios personajes ilustres se han ocupado a fin de promover el afianzamiento de los conocimientos y la evidencia de ellos a través de la conducta, competencias, trato interpersonal, entre otras manifestaciones que dan muestra que el sujeto aprehende, procesa y utiliza los estímulos que recibe.
Con respecto a mi tarea docente, considero imprescindible basar mi ejercicio en las teorías que se insertan con lo que la RIEMS demanda. Desde luego que hay que elegir el marco teórico idóneo que sirva de directriz para la promoción adecuada del proceso enseñanza – aprendizaje sin embargo las actividades, la planeación, las estrategias, las técnicas, etc., serán generadas y aplicadas según la creatividad del docente pero siempre encaminadas al logro de las mejores actitudes, habilidades necesarias y conocimientos útiles de los estudiantes, es decir sus competencias.
Por lo anterior, estimo oportuno mencionar a mi modo de ver las corrientes que mejor se acoplan a los fines que persigue la reforma.
De entrada la Teoría del Procesamiento de la Información me parece que se embona de manera extraordinaria en el enfoque que pretende el desarrollo de competencias porque se basa en procesos mentales que captan filtros senso – perceptuales al interactuar con medios electrónicos, almacenan de manera momentánea la información registrando éstos estímulos y manteniendo la actividad mental y finalmente organizando y almacenando de manera definitiva el conocimiento organizándolo en redes, por lo que podrá ser recuperada cuando sea necesario. Es bien sabido que las competencias implican el dominio de las TIC´s, por lo tanto esta teoría fundamenta perfectamente que es necesaria para el desarrollo de estas.
Por otra parte el Aprendizaje por Descubrimiento de Bruner afirma que éste implica una actividad directa de los estudiantes sobre la realidad porque conjuga la experimentación directa y la aplicación práctica de los conocimientos y su transferencia a diversas situaciones, con el aprendizaje por penetración comprensiva en que el alumno descubre y comprende lo que es relevante. Practica la inducción (va de lo concreto a lo abstracto) así como la heurística, colocando el currículo en espiral porque resuelve problemas, descubre, inventa a partir de lo que se acaba de encontrar .
No puede dejarse de lado ni en último plano el Aprendizaje Significativo términos acuñados por Ausubel y Novak, quienes hacen referencia a la relación de saberes previos con los nuevos conocimientos mediante la significación lógica, psicológica, actitud motivacional, la utilización de organizadores previos que facilitan la organización de conocimientos que hacen funcional el aprendizaje porque le invierten interés y utilidad.
El Constructivismo es una plataforma que da pauta al desarrollo de las competencias y hay que enfatizar la importancia de esta escuela mencionando sus aspectos más esenciales (dado que no es posible extenderme demasiado). Parte de las brillantes aportaciones de Jean Piaget en las que según sus investigaciones sostiene que el aprendizaje se va generando a partir de estadios cognitivos (sensoriomotor, operaciones concretas, operaciones formales) y continua haciendo ver que los sujetos construyen sus conocimientos y los reconstruye además sistematizando y sintetizándolos creando esquemas que permiten acceder a la información.
Socio - constructivismo. Quise cerrar esta serie de teorías con la que considero imprescindible y que mejor retrata, a mi modo de ver, los objetivos del enfoque por competencias. Ya que Vigotski propone que no hay mejor forma de aprender que con los otros; semejantes y especialistas que muestran su forma de ser, conocimientos y experiencias permiten que los sujetos adopten posturas que observan o bien las evitan, porque a partir de su criterio imitarán o juzgarán lo que perciban. Pasa por tres fases: Interacción social, Incidencia en la zona de desarrollo próximo y Aprendizaje colaborativo y situado. Es decir a partir de las relaciones sociales se aprende, se aplica y se comparte el conocimiento.
Cada docente ajusta el marco teórico y referencial dependiendo sus necesidades y preferencias y congruencias con su materia a impartir, cada quien acomoda las teorías como se requieran, espero que las propuestas mencionadas sean de utilidad para que el ejercicio docente del lector sea adecuado.

domingo, 9 de mayo de 2010

Análisis personal: La aventura de ser maestro

Me agradó mucho la lectura. Cuando yo inicié mi ejercicio docente experimenté lo que comentaba el autor, me sentí identificada por lo tanto con lo que mencionaba, y dejé de juzgarme por haber cometido esos errores, ya que al leer que otras personas pasaban más o menos por lo mismo, comencé a entender que eran normales esos tropiezos.

El trabajar en un nivel Medio Superior, implica retos intelectuales, manejo emocional, preparación profesional, pero quizá ya no en nuestra disciplina de formación inicial, sino en el área que nos demanda la educación, y además dirigir con autenticidad y desde nuestra convicción un grupo de jóvenes a los que hay que encaminar para que generen su conocimiento, apliquen su criterio y se introduzcan al campo de la investigación.

Aplicar lo anterior parece sencillo, sin embargo durante el proceso puede que no se torne tan simple, puesto que es impredecible lo que encontraremos en el aula además de las características de la población con la que se ha de trabajar, aunado a la poca experiencia con la que llega el docente.

Es por eso que el autor de manera muy acertada menciona que el profesor se va constituyendo por ensayo y error en su práctica, dado que se aprende mediante la experiencia, el reconocimiento de nuestras equivocaciones o aspectos poco funcionales en la dinámica grupal. Esto en el aspecto externo, pero en lo que se refiere a elementos inherentes del docente también se requiere de una confrontación a los sentimientos que genera durante la conducción de la clase como: nerviosismo, angustia, afán de aparentar enorme sapiencia, miedo de perder la autoridad e imponer reglas totalitarias e inhumanas para conservar el orden. O en el caso opuesto, tratar de llevarse tan bien con los estudiantes, al grado de romper la barrera y colocarse en un plano de igualdad junto a ellos, para evitar recibir desprecios de su parte (algo así como querer formar un club de la amistad con ellos, lo cual, a mi modo de ver tampoco resulta benéfico).

Canalizar estos sentimientos y además trabajar con las estrategias y planeaciones adecuadas es tan difícil como lo quiera ver el profesor. Puede llevarle años o bien, puede agilizarse en virtud del interés y la entrega de éste en su labor.

Entonces el ser docente es…

Enfocarse con amor, en la enorme responsabilidad de enseñar, compartir y generar conocimientos, heredados por la ciencia, la historia y la cultura en la que nos hayamos inmersos a personas que se nos confía formar. Independientemente de la carrera que se tenga, habrá que reorientar la perspectiva personal en torno al encauzamiento de sujetos bien informados, habilitados y motivados intrínsecamente al saber, inducidos obviamente por profesionales comprometidos y preparados, con un dominio de los temas que impartirán, gozando por la tarea que realizan, porque ésta ocurre desde su convicción, responsabilidad, autenticidad y respeto por los educandos y por la labor en sí.

Seguramente que el miedo, la inseguridad y quizá las vicisitudes personales aparecerán, los docentes no pueden ser magos; sin embargo es pertinente reconocer estos malestares, canalizarlos y seguir trabajando. No importa que sentimiento se experimente hay que hacerlo bien de todas maneras, aunque no con esto negarnos a equivocarnos, el error da la oportunidad para mejorar. No hay que exigir alumnos perfectos ni un perfecto profesor, es válida la equivocación y quizá herramienta para el aprendizaje significativo.

La aventura de ser maestro

José M. Esteve
Universidad de Málaga

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Ponencia presentada en las XXXI Jornadas de Centros Educativos
Universidad de Navarra. 4 de febrero de 2003
Tras veinticinco años de recorrido profesional, el autor afirma que se aprende a ser profesor por ensayo y por error. En el camino deben sortearse distintas dificultades, como elaborar tu propia identidad profesional, dominar las técnicas básicas para ser un buen interlocutor, resolver el problema de la disciplina y adaptar los contenidos al nivel de conocimiento del alumnado.
La enseñanza es una profesión ambivalente. En ella te puedes aburrir soberanamente, y vivir cada clase con una profunda ansiedad; pero también puedes estar a gusto, rozar cada día el cielo con las manos, y vivir con pasión el descubrimiento que, en cada clase, hacen tus alumnos.
Como casi todo el mundo, yo me inicié en la enseñanza con altas dosis de ansiedad; quizás porque, como he escrito en otra parte, nadie nos enseña a ser profesores y tenemos que aprenderlo nosotros mismos por ensayo y error. Aún me acuerdo de mi primer día de clase: toda mi seguridad superficial se fue abajo al oír una voz femenina a mi espalda: “¡Qué cara de crío. A éste nos lo comemos!”. Aún me acuerdo de mi miedo a que se me acabara la materia que había preparado para cada clase, a que un alumno me hiciera preguntas comprometidas, a perder un folio de mis apuntes y no poder seguir la clase... Aún me acuerdo de la tensión diaria para aparentar un serio academicismo, para aparentar que todo estaba bajo control, para aparentar una sabiduría que estaba lejos de poseer ...
Luego, con el paso del tiempo, corrigiendo errores y apuntalando lo positivo, pude abandonar las apariencias y me gané la libertad de ser profesor: la libertad de estar en clase con seguridad en mí mismo, con un buen conocimiento de lo que se puede y lo que no se puede hacer en una clase; la libertad de decir lo que pienso, de ensayar nuevas técnicas para explicar un tema, de cambiar formas y modificar contenidos. Y con la libertad llegó la alegría: la alegría de sentirme útil a los demás, la alegría de una alta valoración de mi trabajo, la alegría por haber escapado a la rutina convirtiendo cada clase en una aventura y en un reto intelectual .
Pensar y sentir
El camino y la meta me los marcó Unamuno en una necrológica de Giner de los Ríos, leída por azar en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza: “Era tan hombre y tan maestro, y tan poco profesor -el que profesa algo-, que su pensamiento estaba en continua y constante marcha, mejor aun, conocimiento... y es que no escribía lo ya pensado, sino que pensaba escribiendo como pensaba hablando, pensaba viviendo, que era su vida pensar y sentir y hacer pensar y sentir”.
”Era su vida pensar y sentir y hacer pensar y sentir”... Miguel de Unamuno y su preocupación por enlazar pensamiento y sentimiento... Nunca encontré una mejor definición del magisterio: dedicar la propia vida a pensar y sentir, y a hacer pensar y sentir; ambas cosas juntas. Muchos colegas coinciden en este punto. Mª Carmen Díez, desde la escuela primaria, expresa así su visión actual de la enseñanza: “ahora entiendo la escuela como un sitio adonde vamos a aprender, donde compartimos el tiempo, el espacio y el afecto con los demás; donde siempre habrá alguien para sorprenderte, para emocionarte, para decirte al oído algún secreto magnífico ”. Fernando Corbalán, un profesor de secundaria, tras hablarnos de que en clase tenemos que divertirnos, buscar el ansia de saber y propiciar una atmósfera de investigación, concluye: “Y no se piense que sólo se abre la mente a los alumnos. También la del profesor se expande y se llena de nuevos matices y perspectivas más amplias, y funciona la relación enriquecedora en los dos sentidos. Mi experiencia, al menos, me dice que algunos de los juegos y problemas con los que he disfrutado, y que sigo utilizando, han tenido su origen en la dinámica de la clase... Y cuando se crea esa atmósfera mágica en clase, con los fluidos intelectuales en movimiento, pocas actividades hay más placenteras”.
Hace tiempo, descubrí que el objetivo es ser maestro de humanidad. Lo único que de verdad importa es ayudarles a comprenderse a sí mismos y a entender el mundo que les rodea. Para ello, no hay otro camino que rescatar, en cada una de nuestras lecciones, el valor humano del conocimiento. Todas las ciencias tienen en su origen a un hombre o una mujer preocupados por desentrañar la estructura de la realidad. Alguien, alguna vez, elaboró los conocimientos del tema que explicas, como respuesta a una preocupación vital. Alguien, sumido en la duda, inquieto por una nueva pregunta, elaboró los conocimientos del tema que mañana te toca explicar. Y ahora, para hacer que tus alumnos aprendan la respuesta, no tienes otro camino más que rescatar la pregunta original. No tiene sentido dar respuestas a quienes no se han planteado la pregunta; por eso, la tarea básica del docente es recuperar las preguntas, las inquietudes, el proceso de búsqueda de los hombres y mujeres que elaboraron los conocimientos que ahora figuran en nuestros libros. La primera tarea es crear inquietud, descubrir el valor de lo que vamos a aprender, recrear el estado de curiosidad en el que se elaboraron las respuestas. Para ello hay que abandonar las profesiones de fe en las respuestas ordenadas de los libros, hay que volver las miradas de nuestros alumnos hacia el mundo que nos rodea y rescatar las preguntas iniciales obligándoles a pensar .
Cada día, antes de explicar un tema, necesito preguntarme qué sentido tiene el que yo me ponga ante un grupo de alumnos para hablar de esos contenidos, qué les voy a aportar, qué espero conseguir. Y luego, cómo enganchar lo que ellos saben, lo que han vivido, lo que les puede preocupar, con los nuevos contenidos que voy a introducir. Por último me lanzo un reto: me tengo que divertir explicándolo, y esto es imposible si cada año repito la explicación del tema como una salmodia, con la misma gracia en el mismo sitio y los mismos ejemplos; llevo treinta años oyéndome explicar los temas, en algunas ocasiones, repitiéndolos dos o tres veces en distintos grupos; he calculado que me jubilo el año 2.021 y estoy seguro de que moriré de aburrimiento si me oigo año tras año repitiendo lo mismo, con mis papeles cada vez más amarillos y los rebordes carcomidos. La renovación pedagógica, para mí, es una forma de egoísmo: con independencia del deseo de mejorar el aprendizaje de mis alumnos, la necesito como una forma de encontrarme vivo en la enseñanza , como un desafío personal para investigar nuevas formas de comunicación, nuevos caminos para hacer pensar a mis alumnos... “pensaba hablando, pensaba viviendo, que era su vida pensar y sentir y hacer pensar y sentir...” Desde esta perspectiva, la enseñanza recupera cada día el sentido de una aventura que te rescata del tedio y del aburrimiento, y entonces encuentras la libertad de expresar en clase algo que te es muy querido. Inmediatamente recibes la respuesta: cien alumnos pican el anzuelo de tu palabra y ya puedes dejar correr el sedal, modulas el ritmo de tu explicación a la frecuencia que ellos emiten con sus gestos y sus preguntas, y la hora se pasa en un suspiro -también para ellos-. Y entonces descubres la alegría: ese momento de magia te recompensa las horas de estudio y te hace sentirte útil en la enseñanza.
No hay mejor regalo de los dioses que encontrar un maestro. A veces tenemos la fortuna de encontrar a alguien cuya palabra nos abre horizontes antes insospechados, nos enfrenta con nosotros mismos rompiendo las barreras de nuestras limitaciones; su discurso rescata pensamientos presentidos que no nos atrevíamos a formular, e inquietudes latentes que estallan con una nueva luz. Y, curiosamente, no nos sentimos humillados por seguir el curso de un pensamiento ajeno; por el contrario, su discurso nos libera y nos ensancha creando en nosotros un juicio paralelo con el que reestructuramos nuestra forma de ver la realidad; y luego, extinguida la palabra, aún encontramos los ecos que rebotan en nuestro interior obligándonos a ir más allá, a pensar por nuestra cuenta, a extraer nuevas conclusiones que no estaban en el discurso original... Este es el objetivo: ser maestros de humanidad... a través de las materias que enseñamos, o quizás, a pesar de las materias que enseñamos; recuperar y transmitir el sentido de la sabiduría; rescatar para nuestros alumnos, de entre la maraña de la ciencia y la cultura, el sentido de lo fundamental permitiéndoles entenderse a sí mismos y explicar el mundo que les rodea.
Las dificultades
He hablado de mis precarios inicios en la enseñanza, y de mi visión actual tras treinta años de recorrido profesional; pero, para ayudar a otros a recorrer el mismo camino, tengo ahora que hablar del proceso intermedio, e, inevitablemente, de las dificultades a sortear.
Identidad profesional
El primer problema consiste en elaborar tu propia identidad profesional. Esto implica cambiar tu mentalidad, desde la posición del alumno que siempre has sido, hasta descubrir en qué consiste ser profesor. Y aquí aparecen los primeros problemas, porque hay enseñantes que no aceptan el trabajo de ser profesor. Las dificultades suelen ser distintas entre los profesores de primaria respecto a los de secundaria.
Entre los de primaria el peor problema es la idealización: la formación inicial que han recibido suele repetir con insistencia lo que el buen profesor “debe hacer”, lo que “debe pensar” y lo que “debe evitar”; pero nadie les ha explicado, en términos prácticos, cómo actuar, cómo enfocar los problemas de forma positiva y cómo eludir las dificultades más comunes. Han aprendido contenidos de enseñanza, pero no saben cómo organizar una clase, ni cómo ganarse el derecho a hacerse oír. Así, se les ha repetido hasta la saciedad la importancia de la motivación para el aprendizaje significativo: “el buen profesor debe motivar a sus alumnos”; pero nadie se ha preocupado de que aprendieran de forma práctica diez técnicas específicas de motivación. Pese a que una de las principales tareas a desarrollar en su trabajo será la enseñanza de la lectura y la escritura, muy pocas diplomaturas de maestro incluyen un curso de lectoescritura, mientras que es frecuente que se dediquen cursos enteros al aprendizaje de la fonética.
Por estos caminos, al llegar al trabajo práctico en la enseñanza, el profesor novato se encuentra con que tiene claro el modelo de profesor ideal, pero no sabe cómo hacerlo realidad. Tiene claro lo que debería hacer en clase, pero no sabe cómo hacerlo. “El choque con la realidad” dura dos o tres años; en ellos el profesor novato tiene que solucionar los problemas prácticos que implica entrar en una clase, cerrar la puerta y quedarse a solas con un grupo de alumnos.
En este aprendizaje por ensayo y error, uno de los peores caminos es el de querer responder al retrato robot del “profesor ideal”; quienes lo intentan descubren la ansiedad de comparar, cada día, las limitaciones de una persona de carne y hueso con el fantasma etéreo de un estereotipo ideal. Desde esta perspectiva, si las cosas salen mal es por que yo no valgo, por que yo no soy capaz de dominar la clase; y, de esta forma, los profesores novatos se ponen a sí mismos en cuestión, y, a veces, cortan los canales de comunicación con los compañeros que podrían ayudarles: ¿cómo reconocer ante otros que yo tengo problemas en la enseñanza, si el “buen profesor” no “debe” tener problemas en clase ? Como señala el artículo de Fernández Cruz, la identidad profesional se alcanza tras consolidar un repertorio pedagógico y tras un periodo de especialización, en el que el profesor novato tiene que volver a estudiar temas y estrategias de clase, ahora desde el punto de vista del profesor práctico y no del estudiante de magisterio.
Entre los profesores de secundaria, el problema de la identidad profesional es mucho más grave. Como señala Fernando Corbalán: “la inmensa mayoría de los profesores de secundaria nunca tuvimos una vocación clara de enseñantes... Estudiamos una carrera para otra cosa (matemático profesional, químico, físico,...)”. En efecto, nuestros profesores de secundaria se forman en unas Facultades universitarias de Ciencias y Letras que, ni por asomo, pretenden formar profesores.
En ellas predomina el modelo del investigador especialista. Como resultado de este modelo, el profesor que llega al Instituto para explicar Geografía e Historia, y, con un poco de mala suerte un curso suelto de Ética, se identifica a sí mismo como “medievalista”, ya que, durante los últimos cinco años de su vida, la Universidad le ha insistido en la necesidad de estudiar Paleografía, Epigrafía y Numismática, Latín y Árabe para acceder a los documentos medievales, y se le ha iniciado en el trabajo de Archivo, centrándole en una época histórica muy determinada y permitiéndole olvidar el resto de la historia. Al parecer, nadie se ha puesto a pensar en el problema de identidad que sobreviene a nuestro medievalista cuando se enfrenta a una clase bulliciosa de treinta adolescentes en una zona rural o en un bario conflictivo. El sentimiento de error y de autoconmiseración se apodera de nuestro nuevo profesor. El es un investigador, un medievalista, ha pasado dos veranos en el archivo de Simancas preparando su Tesina entre documentos originales que él es capaz de descifrar... ¿por qué le obligan ahora a enseñar Historia General, que no es lo suyo, y, de paso Geografía y Ética? Y, además, descubre horrorizado que los alumnos no tienen el menor interés por la Historia, y que temas claves de su especialidad -como el apasionante tema de su tesina- se despachan con dos párrafos en el libro de texto.
Para colmo, nuestro futuro profesor de secundaria se da cuenta de que no sabe cómo organizar una clase, cómo lograr un mínimo orden que permita el trabajo y cómo ganarse la atención de los alumnos. Aquí, el problema de perfilar una identidad profesional estable pasa por un auténtico proceso de reconversión, en el que el elemento central consiste en comprender que la esencia del trabajo del profesor es estar al servicio del aprendizaje de los alumnos. ¡Qué duro resulta comprender esto a la mayor parte de nuestros profesores de secundaria y de Universidad! Ellos son investigadores, especialistas, químicos inorgánicos o físicos nucleares, medievalistas o arqueólogos, ¿por qué van ellos a rebajar sus niveles de conocimientos a la mentalidad de treinta adolescentes bárbaros? ¡Hay que mantener el nivel! -gritan exaltados-, y ello significa, en la práctica, que dan clase para dos o tres privilegiados, mientras el resto de los alumnos van quedando descolgados. Y además, hasta el fin de sus días, vivirán la enseñanza rumiando la afrenta de que la sociedad les obligue a abandonar el Olimpo de su investigación para mantener contacto un grupo de adolescentes .
Por contra, algunos profesores consiguen estar a gusto en su trabajo, y descubren que esto pasa, necesariamente, por una actitud de servicio hacia los alumnos, por el reconocimiento de la ignorancia como el estado inicial previsible, por aceptar que la primera tarea es encender el deseo de saber, por aceptar que el trabajo consiste en reconvertir lo que sabes para hacerlo accesible a un grupo de adolescentes... Un viejo maestro me decía que, enseñar al que no sabe está catalogado, oficialmente, entre las obras de misericordia; y, en efecto, hace falta un cierto sentido de la humildad para aceptar que tu trabajo consiste en estar a su servicio, en responder a sus preguntas sin humillarlos, en esperar algunas horas en tu despacho por si alguno quiere una explicación extra, en buscar materiales que les hagan asequible lo esencial, y en recuperar lagunas de años anteriores para permitirles acceder a los nuevos conocimientos. Lo único verdaderamente importante son los alumnos... Esa enorme empresa que es la enseñanza no tiene como fin nuestro lucimiento personal, nosotros estamos allí para transmitir la ciencia y la cultura a las nuevas generaciones, para transmitir los valores y las certezas que la humanidad ha ido recopilando con el paso del tiempo, y advertir a las nuevas generaciones del alcance de nuestros grandes fracasos colectivos. Esa es la tarea con la que hemos de llegar a identificarnos .
Comunicación e interacción
El segundo problema a solucionar para ganarse la libertad de estar a gusto en clase hace referencia a nuestro papel de interlocutor. Un profesor es un comunicador, es un intermediario entre la ciencia y los alumnos, que necesita dominar las técnicas básicas de la comunicación. Además, en la mayor parte de los casos, las situaciones de enseñanza se desarrollan en un ámbito grupal, exigiendo de los profesores un dominio de las técnicas de comunicación grupal. Por tanto, ese proceso de aprendizaje inicial, que ahora se hace por ensayo y error, implica entender que una clase funciona como un sistema de comunicación e interacción.
Una buena parte de las ansiedades y los problemas de los profesores debutantes se centran en este ámbito formal de lo que se puede y lo que no se puede decir o hacer en una clase. El profesor novato descubre enseguida que, además de los contenidos de enseñanza, necesita encontrar unas formas adecuadas de expresión, en las que los silencios son tan importantes como las palabras, en las que el uso de una expresión castiza puede ser simpático o hundirnos en el más espantoso de los ridículos. El problema no consiste sólo en presentar correctamente nuestros contenidos, sino también en saber escuchar, en saber preguntar y en distinguir claramente el momento en que debemos abandonar la escena. Para ello hay que dominar los códigos y los canales de comunicación, verbales, gestuales y audiovisuales; hay que saber distinguir los distintos climas que crean en el grupo de clase los distintos tonos de voz que el profesor puede usar: un tono grave y pausado induce al grupo a la reflexión, mientras que si queremos animar un debate debemos subir algo el tono de voz... etc.
Los profesores experimentados saben qué lugar físico deben ocupar en una clase, dependiendo de lo que ocurra en ella; saben interpretar las señales gestuales que emiten los alumnos para regular nuestro ritmo de clase, y el dominio de éstas y otras habilidades de comunicación requiere entrenamiento, reflexión y una constante actitud de autocrítica para depurar nuestro propio estilo docente. Al final, conseguimos ser dueños de nuestra forma de estar en clase, conseguimos comunicar lo que exactamente queremos decir, y logramos mantener una corriente de empatía con nuestros alumnos .

Disciplina
Otro obstáculo serio a superar, quizás el que genera en los novatos la mayor ansiedad, es el problema de la disciplina. En realidad, es un problema muy unido a nuestros sentimientos de seguridad y a nuestra propia identidad como profesores. En este tema he visto de todo: desde colegas que entran el primer día en clase pisando fuerte, con aires de matón de barrio , porque alguien les ha dado el viejo consejo de que no pueden sonreír hasta Navidad, hasta colegas desprotegidos e indefensos incapaces de soportar el más mínimo conflicto personal. Entre esos dos extremos que van desde la indefensión hasta las respuestas agresivas, el profesor tiene que encontrar una forma de organizar a la clase para que trabaje con un orden productivo. Y, en cuanto comienza a hacerlo, descubre que esto tampoco se lo han enseñado. Se supone que el “buen profesor” debe saber organizar la clase, pero en pocas ocasiones se le ha contado al futuro profesor dónde está la clave para que el grupo funcione sin conflictos.
El viejo supuesto, según el cual, “para enseñar una asignatura lo único realmente importante es dominar su contenido” encuentra en este campo su negación más radical. Entonces, el profesor descubre que debe atender otras tareas distintas a las de enseñar: tiene que definir funciones, delimitar responsabilidades, discutir y negociar los sistemas de trabajo y de evaluación hasta conseguir que el grupo trabaje como tal. Y esto requiere una atención especial, a la que también hay que dedicar un cierto tiempo. El razonamiento y el diálogo son las mejores armas, junto con el convencimiento de que los alumnos no son enemigos de quienes tienes que defenderte. Mi experiencia me dice que los alumnos son seres esencialmente razonables; es posible que, si te dejas, intenten llevarte al huerto y bajar algo tus niveles de exigencia, pero si la razón te asiste y en ella fundas tu propia seguridad, los alumnos saben descubrir muy bien cuáles son los límites .
Contenidos y niveles
Por último, nos queda el problema de adaptar los contenidos de enseñanza al nivel de conocimientos de los alumnos. El profesor novato tiene que entender que ha dejado la Universidad, tiene que desprenderse de los estilos académicos del investigador especialista, y adecuar su enfoque de los conocimientos para hacerlos asequibles a su grupo de clase. Yo también protesto por el bajo nivel con el que me llegan mis alumnos, pero protestar no sirve de nada, tienes los alumnos que tienes, y con ellos no hay más que una alternativa: o los enganchas en el deseo de saber, o los vas dejando tirados conforme avanzas en tus explicaciones. Hay quien, en salvaguarda del nivel de enseñanza, adopta la segunda opción; pero a mí siempre me ha parecido el reconocimiento implícito de un fracaso; quizás porque, como dije antes, hace tiempo que descubrí que en cualquier asignatura, lo único importante es ser maestro de humanidad.
El orgullo de ser profesor
Y ahora, ya, el tiempo corre en mi contra. No espero nada nuevo del futuro: he hecho lo que quería hacer, y estoy donde quería estar. Es posible que mucha gente piense que ser profesor no es algo socialmente relevante, pues nuestra sociedad sólo valora el poder y el dinero; pero a mí me queda el desafío del saber y la pasión por comunicarlo. Me siento heredero de treinta siglos de cultura, y responsable de que mis alumnos asimilen nuestros mejores logros y extraigan consecuencias de nuestros peores fracasos. Y, junto a mí, veo a un nutrido grupo de colegas, en las zonas rurales más apartadas y en los barrios más conflictivos, orgullosos de ser profesores, trabajando día a día por mantener en nuestra sociedad los valores de la cultura y el progreso... entre ellos hay valiosos maestros de humanidad: hombres y mujeres empeñados en enseñar a sus alumnos a enfrentarse consigo mismos desde el preescolar hasta la Universidad.
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MIGUEL DE UNAMUNO (1864-1936)
Escritor, filósofo, humanista. Rector de la Universidad de Salamanca. Autor de una extensa obra literaria en la que destacan sus ensayos, en los que analiza la realidad social con una visión crítica y con una fuerte implicación personal. Se le considera uno de los mejores representantes de la Generación del 98. Su enfrentamiento a la dictadura de Primo de Rivera le llevó al destierro.
FRANCISCO GINER DE LOS RIOS (1839-1915)
Catedrático de derecho de la Universidad de Madrid. En 1876 renuncia a su puesto en defensa de la libertad de cátedra y funda la Institución Libre de Enseñanza, la institución educativa más innovadora en la España de finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Su Residencia de Estudiantes es el centro clave de reunión y de formación de los mejores intelectuales y artistas españoles del siglo XX.

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PERCEPCIÓN DE MI EJERCICIO DOCENTE

Soy Psicóloga de formación. Ingresé a la carrera con la visión de dar terapia.
Me gustó mucho mi carrera, el programa de estudios tenía una orientación ecléctica, por lo que nuestros maestros nos empaparon de todas las áreas de la Psicología, desde la clínica, social, industrial, laboral, educativa, educación especia, etc.

Por tanto podíamos elegir entre las preferidas a cuál dedicarnos, a mi siempre me llamó la atención el área clínica. Sin embargo más o menos por el quinto semestre uno de mis amigos entró a trabajar a una preparatoria como profesor y orientador y me invitó a su escuela ya que estaba el puesto vacante como orientadora, me negué, porque para nada se apegaba a mis intereses.

Luego otra de mis amigas me recomendó en la empresa donde ella había realizado sus prácticas profesionales (para que yo hiciera las mías), entré a ésta y me desarrollé en el área de Reclutamiento y Selección de Personal. Debo confesar que ha sido de las experiencias más gratas que he vivido, aprendí mucho, conocí gente valiosísima y me dí cuenta que el área industrial me agradaba, por tanto al salir de la carrera inmediatamente entré a trabajar como reclutadora en la empresa Met Life y poco después en Seguros Monterrey New York Life (ya que la primer promotoría se fusionó con la segunda).

Al principio fue muy enriquecedor incluso divertido, tuve una jefa con la que empaticé y nos tomamos mucho cariño, prácticamente yo manejaba mis tiempos y mi trabajo, ella solo supervisaba que todo fuera en orden. Pero después las cosas comenzaron a tornarse monótonas, desgastantes, la promotoría empezó a decaer por problemas económicos y personales de los jefes, así que era desmotivante asistir, aunado a que el ambiente con los socios de la promotoría me parecía superficial, deshumanizado, materialista y guiado solo por intereses económicos, así que terminé por salirme de ahí.

Me dediqué al área clínica y me sentía muy contenta, sin embargo esta área es algo inestable, dado que se puede contar con muchos pacientes y de pronto baja este número por situaciones económicas o miedo a seguir con una auto-confrontación.

Por esta época visité a unos familiares de mi familia paterna, les comenté mi situación y mi tío me preguntó que si quería trabajar en una universidad de Tepotzotlán, me dijo que su amigo era el dueño y que era muy posible que me dieran el trabajo. No me agradó mucho el dar clases pero acepté pensando que si alternaba el área clínica y la educativa ya iba a tener un sueldo estable. Acepté y entré dando clases a chicas que cursaban la carrera de Pedagogía.

Tiempo después, en la secundaria donde se encontraba mi hermana, solicitaban una orientadora, la psicóloga fue a buscarla porque recordó que yo también lo soy y le pidió que fuera a una entrevista. La oferta era buena, trabajar cerca de mi domicilio y desempeñarme en algo muy parecido al área clínica, el único inconveniente era que les temía a los adolescentes.

Acepté, y debo decir que fui muy feliz en esa escuela, estaba encargada de los tres niveles así que conocía muy bien a los estudiantes, a quienes por cierto aún recuerdo con un inmenso cariño. Sin embargo comenzaron algunos problemas administrativos en el colegio, por lo que yo me previne y llevé mi curriculum a Preparatoria Oficial 72 que una buena amiga me recomendó; me dijeron que no había vacantes, pero no me preocupó, finalmente yo tenía mi trabajo y solo estaba actuando por prevención a no quedarme sin él. La sorpresa fue que al mes y medio que llevé mi curriculum me llamaron de esta Preparatoria ofreciéndome más dinero que donde me encontraba, prestaciones y una estabilidad que evidentemente en la secundaria no tenía. Platiqué con el administrador de la secundaria negociando que me permitiera trabajar en ambas partes porque yo no quería dejar a mis alumnos, sin embargo se negó y me pidió elegir entre una o la otra y debía ser en el momento para no desproteger a los muchachos en el siguiente ciclo y además porque debía responder la petición de la Directora de la Preparatoria. Decidí dejar la secundaria y confesaré que con mucho dolor, porque estaba encariñadísima con los niños pero finalmente tomé una decisión, la cual, a la fecha. me pareció que fue la mejor.

Llegué muy temerosa porque me enfrentaba a una población de jóvenes muy distinta a la que yo estaba acostumbrada. Al principio me porté muy exigente, fría en mi trato y saturándolos de información teórica. Analizando mi proceder, me dí cuenta que era miedo, así que poco a poco dejé de ver a los preparatorianos como amenaza y sí como personitas pensantes, emocionales y dignos de que tirara las barreras que me impedían tener un trato afable con ellos.

Mi desempeño con la primer generación la recuerdo con mucha dificultad, aún no definía mi estilo de dar clases, pero la segunda, cuando me encontraba más identificada con el sistema y con el apoyo de compañeras que me sugerían libros y actividades, ya me dirigí con seguridad y confianza en ellos.

Alterné las clases con la terapia y me resultaba gratificante, aunque mi tiempo ya estaba más saturado porque todo el tiempo tenía que preparar clases, programas y proyectos que la escuela exigía además de darle seguimiento al tratamiento de mis pacientes.

Dos años y medio después la misma amiga que me recomendó la Preparatoria 72 me llamó para trabajar dando clases por las tardes en la Preparatoria 99, donde ella se encuentra, acepté pero me dí cuenta que el tiempo para mi esparcimiento, convivencia con familia y amigos se reducía. Dejé de practicar deporte y de salir a divertirme porque todo el tiempo estaba cansada, ocupada preparando clases y en la clínica.

Decidí canalizar mis pacientes a otros psicólogos de mi confianza y retirarme un tiempo del área clínica ( lo hice tres meses atrás aproximadamente) porque necesitaba tiempo para mí y para enriquecer mi labor docente, así que me inscribí a la Maestría en Educación, asisto los sábados y me gusta mucho. Poco después de haberme inscrito me informaron en la Preparatoria 72 que debía tomar esta Especialidad en línea. Me preocupé mucho, temí volverme a saturar en tiempos, pero aún así consideré importante y necesario tomarla, así que creo que con la maestría y esta especialidad podré tomar muchas herramientas y desarrollar habilidades que me permitan hacer los finalmente es lo mío adecuadamente.

Satisfactores: me ha llenado de alegría que los jóvenes me han dicho que estudiarán la carrera acorde a las materias que les he impartido y que han abierto nuevas perspectivas de la vida a partir de las reflexiones de clase.

Han realizado trabajos de investigación que me han dedicado y regalado porque le ha gustado mi dirección en su elaboración, han hecho obras teatrales y exposiciones plasmando lo aprendido durante el curso…en fin las satisfacciones invaluables que he tenido han sido emocionales y a propósito de los logros de los estudiantes.

Por otro lado las autoridades de la escuela en el turno vespertino son estimulantes, gratifican el esfuerzo y son amables en su trato, propician un ambiente de trabajo muy agradable.

Insatisfacciones: no sé si sea correcto abrirme se esta forma, sin embargo confiaré en los lectores de este documento. Las insatisfacciones que he tenido han sido en torno a la interrupción de proyectos por parte de las algunas autoridades, que quizá a su modo de ver no han sido adecuadas y por tanto las han cuartado. Además, es desmotivante la saturación de tiempo con tantas actividades que consignan y luego recibir fuertes y duras críticas durante su realización y al término de ellas.

No contar con recursos y materiales para emprender actividades como las planeo es frustrante también.

No contar con el apoyo de los padres de familia acompañando a los jóvenes, los deja a la deriva. Esto es un gran obstáculo. Pese al trabajo de las autoridades, orientadores y nosotros los docentes, los estudiantes se encuentran desubicados con respecto a sí mismos, sus intereses y su proyecto de vida. En este sentido el trabajo en el aula no funciona si los jóvenes se encuentran dispersos, desmotivados y deprimidos por el abandono y negligencia de sus familias.

Conclusión: En fin, para mí ser docente implica una gran responsabilidad, gusto por intercambiar conocimiento y aprender cada día. Trabajar con seres humanos es gratificante y vislumbrar su transformación y desarrollo me parece extraordinario. La obstaculización de mi tarea tiene que ver con aspectos técnicos, administrativos y falta de apoyo de familiares hacia los estudiantes.